Lugares y decenas,
de lugares y centenares,
de personas y vidas,
con vidas prestadas y
canciones cantadas.
Infinitud, sobre todo
de el tiempo que pasa y sigue
se detiene, en su finitud.
Imaginar. Sólo procastinar.
Fomentar, la palabra misma
la oración perfecta,
el peligro menoscabado
el recanto inexacto.
Una historia, con sus pasajes.
Sus peajes y sus vueltas,
sus pulgas, sus pulgares
estas flechas, aquellos muros.
Los silencios. El teatro.
Inicia, a condición de un fin.
Intevalado, ovalado
premeditado, pero nunca nunca
habitado. Lo terrible de la sangre,
cuando se escapa, vuela,
y no hay cuerpo que la atrape.
Lo menguado del dolor
cuando se circunscribe,
y no hace mecha en la piel.
Lo iracundo de este estado,
más necesario que temible,
lo innecesario del a priori,
que desvía y que coarta.
Son las fauces de la muerte,
indicando al sendero,
las flechas que se pierden...
y los nuevas venturas que
se enmarcan en la linea mítica
de este neohorizonte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario