lunes, 17 de diciembre de 2007

XVII

Hay palabras de más, enigmas conviviendo y nadie dice nada.
Algunas frases de menos, risas de por medio.
Ya no sé qué será cuando no haya más “aquí”.
Me pierdo allí. En ese momento… ¿Existe algo más?
Ayer me preocupé y hoy me olvidé del porvenir.
Anclé, quizás, en la vibra profunda de una sensación única.

No hay delirio más que la realidad (¿Qué realidad?)
No hay preguntas, ni acuse de respuestas ¿Pero las habrá?
Pues si no hay ¿Qué hay?
¿Importa?
Y nada importa. No se deporta, ni se exporta.
Todo pareciera importado y ajeno,
De calidad y estupendo, sin embargo, no es pecado.

Hasta recortado comienza a ser un ropaje,
Un disfraz de la complicidad, una obra de teatro.
¿Qué será prohibido cuando los límites se desvanezcan?
¿Quién osaría no sufrir de omnipotencia?
Aunque no quiero y me reniego veo la impotencia detrás,
Evidenciando la imposibilidad que abre la posibilidad
De imaginar que existe una intención de “no querer”.
Razón por la cual, no convenga por allí,
O tal vez no sea por ahí. ¿Debería huir?
¿Conseguir un paliativo?

¡Que cobardía! ¡Una falta de respeto!
Me pugna un comienzo o una iniciativa.
Pero ¿Cómo elegir cuando las opciones ya no son opciones?
¿Cómo crearlas cuando no se sabe cuáles?
¿Improvisar otra vez? Ya no es una posibilidad.
No hay nada y la nada no significa nada.
Se tolera, pero se está empezando a despertar.

Entonces,
Me lleva y me callo,
Me empuja y me distraigo,
No habrá que restar méritos,
Es sólo un paso más hacia el más allá.
¿Si me conviene? No es más una pregunta.
¿Si me atrevo? Cada tanto le levanto la pollera...
Me desposeí. Sólo tengo unas cuantas letras
Que de a ratos me envenenan.
Y otra vez me encuentro, escribiendo
Lo que es y será un manuscrito que se titule:
“Usar en caso de emergencia”.

XVI

Para R

Lo que tus ojos hablan,
Lo que su fulgor transparenta,
Lo que tus pestañas confiesan,
Lo que su noche provoca,
Una sospecha disfrazada de grieta
En el medio del infinito plagado de estrellas,
Condena que en medio de la desolación obsesiona,
Atisba, como una astilla, me penetra.
Me traspasa como si fuera una daga,
Una estaca, una espada, un láser con puntería extrema,
Que no ancla, que no encuentra lugar porque no se detiene,
No me detengo, pues todavía no te tengo.
Hay fervor, pero no es mío, está en el camino.
Hay una luna, alucinando, imitando una mirada perdida.
Más allá del valor que espero,
Más allá de los dedos que se robaron la carta,
Más allá de los que no sabían,
Más acá del milagro,
Más acá del olvido,
Más acá del miedo,
Más acá del testimonio…
Hoy, unos ojos me miraron,
Se habían robado el Aconcagua,
Se habían robado todas las montañas,
Se habían robado del sol sus colores,
Querían de mi, un suspiro…
Un hechizo…
Hasta que al fin me atraparon,
Me encadenaron en la historia.
El veneno de su sabor a brebaje fatal,
De su añejo vino exquisito,
Es el reflejo de mi,
Una noche que esperaba que me avisaran
Que iban a mirarme de nuevo…
Cuando al fin me desperté,
Sus pestañas me apañaron,
Hermosas y arqueadas, dulces y traviesas,
Cuando me desperté, me los robé enteros,
Con sus lágrimas también.
Cuando los miré: esa imagen
Que dejaba que se escabullera
Su estrella en mi corazón,
Su razón sin perdón,
Sus miedos que no son paralelos,
Me van a cuidar. Yo los voy a entender.
Benditos los besos que me devuelven:
La verdad que me esconden,
La verdad que me confiesan,
La verdad de mi deseo, quiero que me quieran querer,
Quiero que se quieran quedar,
Una noche que el reflejo ya no soy yo,
Una noche que su destello me desvela,
Esta noche que estoy por encontrarme,
Un día cualquiera, que tus ojos me miren
cada vez más.
Que me sorprendan y me quedaré para siempre
sólo para hacer de mis ojos negros,
el basto reflejo de los tuyos cautivantes.