sábado, 29 de agosto de 2009

Rayuela - Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

jueves, 27 de agosto de 2009

¿Invento - Realidad?

Sacudió su cabeza, como un plumero lleno de polvo. Sus canas apenas cuarentonas se envilecían en la maraña de rulos y diversos negros cabellos. Una vez me dijo que se iba a teñir cuando tuviera muchas, yo le creí. Hoy no sé.
Una de las veces que hablamos largo y tendido, también estaba Germán, su hijo. Admiraba como un niño obnubilado con la televisión su discurso pausado y en ocasiones cavilante. Deseaba algún día llegar a ser como él, y sólo por el hecho de llegar a ser en algún punto como él. Yo tenía 12 doce años cuando le pregunté por primera vez un consejo sobre una mujer. A mi viejo, no me atrevía a preguntarle y mis amigos eran demasiado estúpidos, se reirían de mi se enteraban que estaba perdidamente enamorado de Antonella. Ella fue la primera vez... y en cada primera vez, todavía recuerdo su olor a hogar. No puedo describirlo, pero me encantaba. Y no tenía otra fuente a la cual acudir que no fuera a Teodoro, mi vecino. Era rudo y parco por fuera, pero increíble por dentro, un tipo cualquiera, un tipo especial. Entonces, me animé:
-Teodoro, quisiera pedirle un consejo.
-¿Un consejo? No existen los consejos.
- ¿Entonces?
- Cualquier otra cosa, menos que te diga qué hacer.
- ¿Una opinión?
- Tal vez.... y no pienses que soy rebuscado, te estoy enseñando a pensar.
- Gracias.
- Ahora dime. ¿Cómo se llama?
Sorprendido, le pregunté:
-¿Cómo sabe?
- ¿Qué otra cosa querrías preguntarme a las 12 años?
- Es cierto...
Hablamos largo rato sobre Antonella y mi relación con ella, bueno... mi NO relación con ella más que por miradas y risas tímidas, inoportunas. Le conté de sus gustos, su vestir, andar, su belleza, sus pasatiempos, sus amigas. Él me escuchó atento mientras se fumaba un cigarrillo, y otro y otro. Cuando la verteginosa catarata de adjetivos de beatitud infinita culimaron en un suspiro, él habló y me dijo:
- Suele suceder con el primer amor, a cada loco le toca a su manera. Mirá pibe, es una bendición que te gusten las chicas, yo a tu edad era un estúpido como tus amigos. No sabía si me gustaban ellos o mi mamá. Tu actitud, me gusta pibe. Ahora, te diría que vayas al frente... sin embargo, creo que harías bien en conocerla. Vos me dirás... "pero si ya sé todo sobre ella". Y yo te pregunto ¿La conocés o esto que me cuentas es la imagen de las que te has enamorado?
El viejo Teo, finalmente había logrado que me pusiera a pensar... y hoy te puedo decir, que en cuestiones del amor el vulgo dice "hace lo que sientas", pero para mi, es necesario contextualizar. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué...? Y los rodeos, la espera, la seducción... ¿Qué sería del amor sin el umbral de las caricias simbólicas, de los dones circulares, de las miradas furtivas, de los velos transparentes? En definitiva, mi pregunta es ¿Qué otro modo para que la realidad te atrape sin asesinarte en el intento? Quizás sea una mala pregunta, para una respuesta demasiado básica. El quid, está en la premisa. ¿Y qué si la realidad en realidad no es tan terrible? Por ahorrarnos el sufrimiento, perdemos el placer.... por gozar demasiado, pecamos de cobardes. Y la duda quizás, sea una duda metódica nomás.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Vacío

Y si hoy tuviera qué decir, algo qué decir... no puedo más q significar el cuelgue que me sostiene la cabeza entre idas y venidas mentales. Miro por la ventana y cuento las tejas, las rejas... las casas, los hogares de otros. Y pienso... ¿Qué pienso? por suerte no tengo nada que decir.

Estoy absorta, y qué te voy a contar! Hay que vivirlo y ya va a pasar. La nana, la pérdida de aquel adjetivo calificativo que te hacía pertenecer a... Y no estoy triste, no estoy dolida... estoy tramitando este "no sé qué".

Así estoy yo, entonces. Y no se hablé más. Silencio, es lo que necesito y esta sensación de absolotismo en el cual nos recocijamos mi alma y yo, mi nostalgia y yo. Es q ya lo viví, y vuelvo a revivir todo aquello que perdí...

Y ahora, aquel desván de juguetes perdidos se abre y en su amplitud ofrece nuevamente el polvo, y el olor a humedad.... y el diezmo a mis reyes, les pago para q caiga sin caer yo en el subrepticio underground de los dolores incesantes. De las heridas partidas.

y de las partidas, que tocan y cuentan. Que gatean impúberes, que tiemblan y desconocidas se entrometen en las sábanas de un sueño fantasmal. Y es Cuándo y ya.

Es tiempo de esperar... sin jugar, porque si bien quiero, ahora no puedo volar, ni exiliarme al más allá. No es más que nada, no más que eso, no es mi estilo impulsar a la salida... la entrada sin este entretiempo inesperado. Quiero palabras. Más, que me hace falta...

Y falta, tanto y casi nada. Falta y es una herida yugular, una injuria mortal.
Falta, y no hay nada... qué decir.
Ni qué hacer.

jueves, 13 de agosto de 2009

Será, será.

Una noche como cualquiera que hubiera podido tener lugar
una conversación que estas letras podrían relatar.

Una partida, y otro regreso, tan inoportunos.
También, es esta ebullición de las sonrisas eclipsadas.

Los momentos irregulares y el tiempo en otra dimensión
el espacio en kilometrajes, dos miradas en el plano.

Pensamos en la locura, pensamos en lo insensato.
Creemos que la locura es pensable, ingenuamente creemos.

Finalmente, vuelve al inicio este círculo
que retórico, nos envuelve en su arquitectura.

De ataño soñaba yo con que algún día nos cruzaramos,
de corazón, en este presente intersticio, espero yo uno bueno.

Proporcionalmente a este desfasaje, casi pero no igual,
aquí espero que termine este periodo silencioso.

Y después, será será. A partir de hoy.
No hay mas opción que será lo que será.
Hay tiempo.

lunes, 3 de agosto de 2009

Transferencia.

Va cayendo, cayendo...
en caída libre,
Va remando, remando...
ennegreciendo.

Se viene la noche,
la tormenta, el agua
el diluvio, la nube negra.
Va oscureciendo.

La velocidad se va sometiendo
al ritmo de este mortifero palpitar,
el sol de la mañana, se metamorfea
ya no es luna de noche, es luna nueva.

Y allí, en este degradé gris,
es que tu presencia sostiene mi cuerpo,
ahogado, asqueroso, mugriento.
Es así como tu presencia, sostiene la mía.

Con las palabras enaltecidas,
la presencia va desapareciendo
y tu ausencia, es mi ausencia relatada.
El día es de nuevo día, y la noche es medialuna.

Entonces, yo me recuesto. Me escuchas.
Hablo entonces, de lo que me trajo hasta aquí.
Cual comandate de este barco, este yo se jacta:
de su desvalimiento que desautorizado, se culpa.

¿A donde iremos a parar?
Casi, pero me olvidé. Que lo hice.
Desautoricé, ratificando la lluvia.
Calló. Y la presencia emergió.

La ultima vez que dejamos,
me reí cuando la lluvia iba a venir.
El cielo esclareció y la crueldad mermó.
No fui yo quién dijo rotundamente, no.