lunes, 17 de diciembre de 2007

XVI

Para R

Lo que tus ojos hablan,
Lo que su fulgor transparenta,
Lo que tus pestañas confiesan,
Lo que su noche provoca,
Una sospecha disfrazada de grieta
En el medio del infinito plagado de estrellas,
Condena que en medio de la desolación obsesiona,
Atisba, como una astilla, me penetra.
Me traspasa como si fuera una daga,
Una estaca, una espada, un láser con puntería extrema,
Que no ancla, que no encuentra lugar porque no se detiene,
No me detengo, pues todavía no te tengo.
Hay fervor, pero no es mío, está en el camino.
Hay una luna, alucinando, imitando una mirada perdida.
Más allá del valor que espero,
Más allá de los dedos que se robaron la carta,
Más allá de los que no sabían,
Más acá del milagro,
Más acá del olvido,
Más acá del miedo,
Más acá del testimonio…
Hoy, unos ojos me miraron,
Se habían robado el Aconcagua,
Se habían robado todas las montañas,
Se habían robado del sol sus colores,
Querían de mi, un suspiro…
Un hechizo…
Hasta que al fin me atraparon,
Me encadenaron en la historia.
El veneno de su sabor a brebaje fatal,
De su añejo vino exquisito,
Es el reflejo de mi,
Una noche que esperaba que me avisaran
Que iban a mirarme de nuevo…
Cuando al fin me desperté,
Sus pestañas me apañaron,
Hermosas y arqueadas, dulces y traviesas,
Cuando me desperté, me los robé enteros,
Con sus lágrimas también.
Cuando los miré: esa imagen
Que dejaba que se escabullera
Su estrella en mi corazón,
Su razón sin perdón,
Sus miedos que no son paralelos,
Me van a cuidar. Yo los voy a entender.
Benditos los besos que me devuelven:
La verdad que me esconden,
La verdad que me confiesan,
La verdad de mi deseo, quiero que me quieran querer,
Quiero que se quieran quedar,
Una noche que el reflejo ya no soy yo,
Una noche que su destello me desvela,
Esta noche que estoy por encontrarme,
Un día cualquiera, que tus ojos me miren
cada vez más.
Que me sorprendan y me quedaré para siempre
sólo para hacer de mis ojos negros,
el basto reflejo de los tuyos cautivantes.

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