sábado, 29 de noviembre de 2008

Reedición

Aquí, hoy también vuelvo a perder aquello que nunca tuve, o si por tenerlo siempre es a condición de perderlo, haciendo como si aquellas cosas que te enganchan ya no existieran más. Pero como en estos los casos, uno se cree culpable... por algo que no dependió de sí mismo, y probablemente si hubiera habido algo que uno pudiera hacer, pero que falte está más allá del bien y del mal.
Entonces definitivamente uno se asume culpable y reflexiona al respecto, sobre las coordenadas de esta pantomima que vuelve y retuerce las entrañas, una vez más. Remar contra la corriente porque no es esto lo que uno desea o cree desear, sin embargo donde molinos de vientos buenos son los don juanes alicaídos.
Es el momento previo, aquel donde hierve la sangre y agoniza el alma, ya se sabe lo que va a pasar y no se puede adelantar el final o si, pero no está permitido declarar la muerte antes de una eutanasia confirmada. Es tan doloroso para el que está de este lado, esperar el alivio final... el ultimo respiro, entre tanto bullicio de voces mudas y una escena desvastadora, la calma. Que no vana, porque apaciguará este dolor... y sólo bastará con llamarla para que venga a propiciar ese punto de inflexión entre lo que fue y lo que será... en soledad.

martes, 11 de noviembre de 2008

Tristeza y Naufragio.

Aquí tallo con lágrimas, lo que en mi garganta se atraganta y no puede hablar, lo que más allá del presente, se expande y distribuye su melancolía arrasadora. Y es lo único que siento, ahora.
Ni siquiera se montó la ilusión, cuando siempre a medias lo sentía, cuando siempre afuera se quedaba pidiendo permiso para entrar. Yo lo invito a mi morada, pero se queda muerto de sed y mojado, esperando en la puerta de vaya a saber uno qué estrella. Nunca fugaz, porque no la deja ir, imposible un pez porque no deja huella al nadar.

Entonces, esta tinta transparente que no para de fluir, no puede surcar caminos, no logra hacer poesía; y creí que una vez quise creer, nuevamente aislé aquí en mi cofre una historia magullada por repentinas impotencias, consecuencias o correlativas de un poder. Es la superstición de una maldición que acobarda y quién pudiera... si se proyecta sobre mi superficie, aquella cobardía, objetaré: lógica incauta, no soy yo víctima ni tú victimario.

Ya no es una queja ni grito desesperado, es la manifestación de la oscuridad que con el agua apaga la llama y con el viento toma distancia. Las olas, cuando sube la marea me alcanzan a las costas, para en una tarde... cuando baje, quedar aleteando, pero finalmente... como cualquier final, dejando lo que más de una vez, he penado y a lo cual lamentablemene, me he consagrado: simplemente una huella donde mi cuerpo repose y mi cabeza sueñe, un regazo... muchas veces un abrazo, que acobije cuando es necesario caer y despedazarse. Cuando el desencuentro asoma, no queda más que el azoramiento de la posibilidad; cada vez más pregnada de imposible, taponada por el brillo crepuscular de una figura en el horizonte.

Ya no me indigna. Sólo me duele la cofradía de tu deseo... mirando por la ventana, por el sólo hecho de mirar. Subsumido en los volados de una pollera que no puede girar... que no puedes levantar; tímido... ¿Se atreve? Y después que se jacte de su coraje, pues no sabe siquiera asomar su nariz por la ventana. No sea cosa que acaso, el espejismo vaya a desaparecer. Leí por ahí, sobre las pasiones del ser que cuando uno se apasiona en la ignorancia, es porque nada quiere saber.

Pues hoy creo en la dignidad, y me ha tocado ir a parar, varada, en la repitición impía que no me pertenece, pero ya aprendí la lección mil veces. Allí donde mi huella no quepa porque la marea la rige una luna brillante que no puede alcanzar y cada vez se escapa más, allí es donde sólo se trató de la promesa de un lugar. No han sido más que expectativas y es lo único de lo cual este pez se ha logrado alimentar. Si aquí naufraga esta balsa, dependerá de este mar.

Responsable en estas palabras, de mi tristeza ciega y la opacidad que me petrifica, es que áquel brillo que me quita el lustre... ¿Qué puedo venir hacer yo aquí sino simlemente ser su sombra? O peor aún, una voz que retorna hinchapelotas a reclamar, aquello que sabe no es suyo, pero necesita como mujer, sentirse oída, sentirse notada, sentirse necesitar, desear... querer. Atención, y sólo hallo un atentado. Es simple, pero no es claro. Quizás conlleve más esfuerzo y sea mi modestia, tal vez falsa. No quiero pecar, pero es demasiado obvio y no tiene nada que ver con la cantidad.

Algo se rompió. Por los augeros, arrancados a mordiscos, se filtra el agua que anclará bajo el pesado mar... lo que pudo haber sido, lo que una vez tontamente llamé -porque esa la única forma de estar en el amor- trascender los límites... y desear. Me corrijo y rectifico: yo no sé nada de que se trata estar acá.