sábado, 30 de agosto de 2008

Escribir.

Dejar de escribir y sobre todas las cosas confeccionar el texto alado, al escrito tallado dejarlo ser como una melodía infinita, como el sinfín de estrellas, con aquella inmensidad acaudalada de pensamientos y emociones, no suspender su diseño. Y ese ideal, entonces estropeando el mismísimo hecho de escribir, para arrancarle su estética y su proliferación arcaica, para quitarle su esbelta armonía, que rompiéndose contra el espejo termina destruida. Arrugada sobre el papel que arde convirtiéndose en ceniza de lo que hubiera sido si aquél no hubiera manchado el verbo.

Por lo que si en la compulsión misma la repitición no se iguala, no proponerse nada y volcarse al papel límpido sin reglas ni anagramas, sin gramática ni esctructura más que el otro lado envolviendo un vacío misterioso a ser rellenado, animarse a dar vuelta la hoja y quedarse sin palabras. Como en este momento, cual si fuera mas o menos un presente, levantar la valla.

Desde acá no se puede ver más, desde acá qué escuchar, desde aquí mutilando las metáforas, flur intermitente de efectos supraterrenales. Vulgar suceder, sobre el prejuicio de otra categoría aristocrática ¿Y al fin a quién le importa? si el que escribe es él. Pero hay pocas oportunidades para que las consecuencias sean distintas y no es la salida echarle la culpa. Si hay algo que sé es lo que hay qué hacer, si se quiere "Usarlo de trampolín" ¿Pero cómo hacer para burlarlo sin que te espere en el chapuzón, sin que te lleve en el salto incremendo los miedos y aplacando la adrenalina? Y hasta aquí qué quedó del escribir que no sea recitar.

Entonces, metáforicamente delirar e inventar, ya no están tan lejos. Se acercan vertiginosamente para colarse a mi lado y pasarme letra, en voz alta, en voz baja ya cayeron o callaron, las escamas y mudándome de oropoles, a flor de piel queda la angustia que subsiste, nuevamente y da impulso a una lectura posible de aquellas que por ahora, sólo he logrado dar cuenta. Disfrazarse, y no saber qué se tiene puesto, robarle figuritas, ser hablado y creerselo... psicopateando mientras burlo, al arlequín que me hace esclava, darle una vuelta más y no subvertir los sentidos sino hasta nuevo aviso.

Incluso cuando los momentos no lo son, ser lo que se es, siendo a un son: porque desmerecemos y banalizamos las salidas posibles: "Damelo, es mío. Dejamelo gozar". Aferrarse a los espejismo que se venden como posibles y frenarse, acostumbrándose, conformándose con penurias y maleficios. Pero se sigue siendo hablado y no estoy hablando yo, sólo a través de mi. ¿Cómo burlarme? Si uno mismo es su obstáculo, si uno mismo se aferra al "pedazo de carne", si uno mismo no quiere.

Pero él sigue escribiendo, yo sigo yendo. No te ahorra nada, ni todo. Sigue insistiendo, pero no es igual, hoy no es igual. Y entonces, la dirección... yo sigo yendo. No sé porqué, pero no lo necesito porque las razones están, porque son estas. Ya no es un moral sentmiento del "hay que", pero tampoco puedo dar testimonio de lo que se trata. Otra vez, a la deriva. Y no sé qué escribiremos esta pez.

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