miércoles, 4 de julio de 2007

VI

He de denunciar la hipocresía,
dejando en evidencia las virtudes.
Algunas palabras, quizás de más,
siempre endulzan los oídos,
no en vano pues, nunca son tan de más.

Alcanzan, lo suficiente como para lograr retener ahí,
en el punto específico y sofisticado a un espíritu quebradizo,
sin alcanzar entonces... a rasgar siquiera, rozar... tampoco
el punto débil que haría trastabillar.

No sé si culpar a mi destino o depositar las culpas en el blasón,
sólo sé que falta para verte y sólo quiero verte.
Que si no me abrazan tus brazos, me abracen tus ojos,
Sabrás esta vez cumplir con mi ingenuidad,
Seremos cómplices en pena, desdichados y aturdidos...
estupefactos ante lo insensato,
sensibles a los desgraciados,
que como vos y yo han perdido el rumbo.

Es tu turno, de saldar las cuentas,
es tu turno, de hacerme soñar,
es tu turno, de llevarme a dormir...
el sueño eterno en tu pecho,
que dure poco y más,
o todo el infinito intervalo,
de la cuenta incesante,
de cada uno de tus lunares.

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