viernes, 21 de septiembre de 2007

X

Malabares son los que intento en cada momento de agonía,
mil lágrimas he derramado, aunque no haya llorado ninguna.
Un tímido y áspero suspiro, se atreve a entrelazarse en mis sollozos,
un ávido destino oscuro, frenético me esconde la llave de este calabozo.
No quisiera ya, tener que seguir revoloteando sobre las migajas,
no voy a permitir más, que el abuso me interpele partiendome en dos.
No hay traiciones en el campo de ejecución, no hay piedad para el hastío.
En un árbol ayer reposé mientras me caían las hojas que nunca supe leer,
hoy en blanco las descubro y no entiendo cuál era mi temor.
De repente, de un momento a otro, casi en un sólo segundo de tempestad
me ha regresado a un lugar que me ha sentir extranjera en mi tierra,
a un lugar que he circunsdado sin darme cuenta jamás,
sin registrar siquiera, ni lo más esencial de su sentido,
que la linea que dividia el bien del mal, la satisfacciones del padecimiento,
ha cedido a su invisibilidad y se ha dado relucir de entre la maleza,
que inoportuna ocasión me ha enfrentado a este sinsabor,
a este «sin» insípido y me ha devuelvo a mi silencio...
No es casualidad hoy, que esta causalidad se haga omnipresente
la he buscado por una eternidad y siempre se disfrazó de obviedad,
quizás nunca estás preparado para ver, si te empeñas en mirar,
tal vez, dándole una vuelta más, era hoy el devenir de la simplicidad,
de lo que bien supo comportarse como fatalidad.

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