viernes, 10 de julio de 2009

Amor de vidriera

Ahora que no me engaño, ahora que no me ilusiono.
Palabras viejas, que cuentan historias actuales, de un enamoramiento a flor de piel.


Puede haber tanto detrás de una sonrisa, que ni los ojos más pentratenes lograrían saberlo todo, pero es la sonrisa misma la que seduce los ojos vidriosos, y son ellos los que conjuran la risa.
Te invitaría a bailar los compases más perfectos a cambio de tu risa encantadora. No perdería momento alguno para transparentarte. Si supieras, a veces estos ojos tiemblan al mirarte y en ocasiones, la sonrisa inmutable deja todos los sentidos.
Ayer vi tu sonrisa merodeando mi memoria e inevitable resulto mi mirada punzante, yo quería en mi fantasía desnudar tu monotonía, hacer temblar tus pies en un momento eclipsado. No puedo más, ver pasar tus pasos que nunca vienen hacia mi, mis huellas han quedado siempre alrededor de esa armadura, tosudez que sólo de vez en cuando deja escapar un dejo de tu dulzura.
Yo me animaría a tantas cosas y a tantas más, pero esto no es una declaración de mi amor, tampoco una muestra de mi coraje, simplemente es el reflejo de mi pensar, el reflejo de mi desear y el espejo de mis días recurrentes sin la sencillez de tus palabras, con el eco el silencio.
Pero acaso ¿Tan claro está en una mirada el tesoro más buscado y tan necia sea yo al enroscarme en la sencillez del secreto, y en la medida de lo impenetrable, hundida finalmente en la cobardía de los histéricos?
O tal vez, mi necedad y yo, nos sentemos aquí para encantarnos con tu sonrisa hasta que tu mirada gire hacia aquí.

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