miércoles, 11 de junio de 2008

Versificar

¿Y si me preguntan? Tu contestarás con la verdad. Esa verdad, que a vos tampoco eres capaz de confesarte, al punto de ignorarla, quizás sin querer decirla, misteriosa sepultura de las letras oxidadas en los dedos hinchados de tanto tipear, mientras sigue tipeando desertan las frases con sus nuevos sentidos y son todos repetidos.
Esa capacidad tan extraña de poder crear, sinceramente procreando, los colgajos de ideas que fragmentandas se escapan hacia allá, sin volver. Tampoco cantan. Pero se dejan leer, y qué lectura será posible sino impidiendo que broten desde sí mismas las letras que encriptan mensajes, entrelineas saber leer, entreguiones, saber hacer.
Lanzarse al abismo, casi renacentista con inadjetivables adjetivos que la cosifican despojándola de su imaginación, de su vuelvo nocturno que sabe amargo, que sabe más de lo que habla, que sabe entre las pupilas que no cristalizan, porque cristalizando, matan. Y en tal caso, allá se va también este automático modo de alienación a un decir ajeno. Que por ajeno, no es más ni menos mío, por tal me pertenece aunque no sea un bien transferible.
Si te preguntan por la verdad, haz lo que puedas. Yo elegiría callar todas las cosas que no diré, en pos de las que podría decir, pero no serán verdad más que a media, entonces para hundirme en un medio decir, ya tengo mi medio ser. Y otro medio. Un rídiculo que conservo por no perderlo.

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