jueves, 27 de agosto de 2009

¿Invento - Realidad?

Sacudió su cabeza, como un plumero lleno de polvo. Sus canas apenas cuarentonas se envilecían en la maraña de rulos y diversos negros cabellos. Una vez me dijo que se iba a teñir cuando tuviera muchas, yo le creí. Hoy no sé.
Una de las veces que hablamos largo y tendido, también estaba Germán, su hijo. Admiraba como un niño obnubilado con la televisión su discurso pausado y en ocasiones cavilante. Deseaba algún día llegar a ser como él, y sólo por el hecho de llegar a ser en algún punto como él. Yo tenía 12 doce años cuando le pregunté por primera vez un consejo sobre una mujer. A mi viejo, no me atrevía a preguntarle y mis amigos eran demasiado estúpidos, se reirían de mi se enteraban que estaba perdidamente enamorado de Antonella. Ella fue la primera vez... y en cada primera vez, todavía recuerdo su olor a hogar. No puedo describirlo, pero me encantaba. Y no tenía otra fuente a la cual acudir que no fuera a Teodoro, mi vecino. Era rudo y parco por fuera, pero increíble por dentro, un tipo cualquiera, un tipo especial. Entonces, me animé:
-Teodoro, quisiera pedirle un consejo.
-¿Un consejo? No existen los consejos.
- ¿Entonces?
- Cualquier otra cosa, menos que te diga qué hacer.
- ¿Una opinión?
- Tal vez.... y no pienses que soy rebuscado, te estoy enseñando a pensar.
- Gracias.
- Ahora dime. ¿Cómo se llama?
Sorprendido, le pregunté:
-¿Cómo sabe?
- ¿Qué otra cosa querrías preguntarme a las 12 años?
- Es cierto...
Hablamos largo rato sobre Antonella y mi relación con ella, bueno... mi NO relación con ella más que por miradas y risas tímidas, inoportunas. Le conté de sus gustos, su vestir, andar, su belleza, sus pasatiempos, sus amigas. Él me escuchó atento mientras se fumaba un cigarrillo, y otro y otro. Cuando la verteginosa catarata de adjetivos de beatitud infinita culimaron en un suspiro, él habló y me dijo:
- Suele suceder con el primer amor, a cada loco le toca a su manera. Mirá pibe, es una bendición que te gusten las chicas, yo a tu edad era un estúpido como tus amigos. No sabía si me gustaban ellos o mi mamá. Tu actitud, me gusta pibe. Ahora, te diría que vayas al frente... sin embargo, creo que harías bien en conocerla. Vos me dirás... "pero si ya sé todo sobre ella". Y yo te pregunto ¿La conocés o esto que me cuentas es la imagen de las que te has enamorado?
El viejo Teo, finalmente había logrado que me pusiera a pensar... y hoy te puedo decir, que en cuestiones del amor el vulgo dice "hace lo que sientas", pero para mi, es necesario contextualizar. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Qué...? Y los rodeos, la espera, la seducción... ¿Qué sería del amor sin el umbral de las caricias simbólicas, de los dones circulares, de las miradas furtivas, de los velos transparentes? En definitiva, mi pregunta es ¿Qué otro modo para que la realidad te atrape sin asesinarte en el intento? Quizás sea una mala pregunta, para una respuesta demasiado básica. El quid, está en la premisa. ¿Y qué si la realidad en realidad no es tan terrible? Por ahorrarnos el sufrimiento, perdemos el placer.... por gozar demasiado, pecamos de cobardes. Y la duda quizás, sea una duda metódica nomás.

No hay comentarios: