lunes, 3 de agosto de 2009

Transferencia.

Va cayendo, cayendo...
en caída libre,
Va remando, remando...
ennegreciendo.

Se viene la noche,
la tormenta, el agua
el diluvio, la nube negra.
Va oscureciendo.

La velocidad se va sometiendo
al ritmo de este mortifero palpitar,
el sol de la mañana, se metamorfea
ya no es luna de noche, es luna nueva.

Y allí, en este degradé gris,
es que tu presencia sostiene mi cuerpo,
ahogado, asqueroso, mugriento.
Es así como tu presencia, sostiene la mía.

Con las palabras enaltecidas,
la presencia va desapareciendo
y tu ausencia, es mi ausencia relatada.
El día es de nuevo día, y la noche es medialuna.

Entonces, yo me recuesto. Me escuchas.
Hablo entonces, de lo que me trajo hasta aquí.
Cual comandate de este barco, este yo se jacta:
de su desvalimiento que desautorizado, se culpa.

¿A donde iremos a parar?
Casi, pero me olvidé. Que lo hice.
Desautoricé, ratificando la lluvia.
Calló. Y la presencia emergió.

La ultima vez que dejamos,
me reí cuando la lluvia iba a venir.
El cielo esclareció y la crueldad mermó.
No fui yo quién dijo rotundamente, no.

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