miércoles, 16 de septiembre de 2009

Exajenada

De hecho, una vez escribí. Cada tanto, tengo la costumbre y a veces la inspiración de tallar la piedra y manchar el papel, oradar un hueco virtual en el cual despositarme, entera y cercenada mi alma toda y solitaria.
Entonces, vuelvo a escribir. A veces, incoherentemente y complicando la metáfora, es que a veces me pasa que no sé qué hago aquí y qué pretende decir, este más allá de mi. Qué quiere gritar en ese alarido sordo, cuando le duele la garganta de tanto intentar decir lo imposible del peso que gravita.
Es grave, el ritmo y la melodía, aún cuando exagero.... es que me estoy refiriendo al tiempo y su palpitar, a la gravedad y su inercia. El espacio no alcanza, si no hay un abrazo en el cual regocijarte. Y es que si lo hay, otra vez lo hago con poesía y aun asi, ser tan siniestro y tenebroso.
Y por eso se entiende la crónica que de ese viaje parte, y ahora es ineludible la certeza, que muchas veces, uno tiene la tendencia de relativizarla en la duda, y ahora es cierto. Pero hay un acto que cava, un surco, dos curvas, un sitio habitable... incluso en la exageración ajena.
Sobrevivo en mi ausencia donde no es necesario regular la distancia, donde la cosa no se juega, no apuesto ni gano, ni expulso, ni es bello, ni feo mucho menos pesado.
Ayer un niño jugaba conmigo, mi mirada y mi sonrisa, desapareciendo de mi vista. Lo patético de ello, que la risa recubría, es la necesidad de sostener allí una presencia matizada con ausencia cuando es "en serio" que el niño cae y muestra que sus ojos no ríen y no dicen nada. Por eso yo, yo no podría ser psicoanalista de niños.
Y sin embargo, seré tan responsable que no cierro los ojos ni me callo, tampoco suelto la soga y ni le retiro mi palabra. Y ello no es para mi un sacrificio... sólo apuesto a la palabra. También deseo, más allá de mi, deseo y eso a pesar de que no tenga ni la más mínima idea de qué se trata, aunque el niño replique y yo abdique.
Tengo mis ideales, y no puedo dejar de remitir a ellos, que si la angustia le roba a la pulsión su certeza, encausando el deseo... no puedo objetar este lugar. En definitiva, hasta cierto punto, aquí es donde ¿siento? que "quiero" estar. Y lo mejor de estos casos, es que no espero nada.
Here comes the sun... me entusiasma pensar que el sol ilumine el silencio, que abra una puerta posible por donde pasar, y por el portal del espejo se refleje renaciente.
No sé qué me hace pensar (y trocar, al fin!, trocar el sinfe) que esta vez no va a ser igual, y que este "inmundo" va a cambiar. Del fondo, de la superficie terrenal, algo ya cambió.

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