lunes, 14 de julio de 2008

Desechos Humanos

Es subrepticio el cadente hormigueo, con olor a belladonna e idilios de libertad, se consume su contestura incosistente, tan transparente como la vida misma. No es ingenua su salida, no es sádico su proceder con incertidumbre debastadora, son las consecuencias persistentes de un suceder, han habido peores... siempre los habrán. También fueron más sabias otras decisiones acaecidas, pero no es inocente quien las anota, no son presuntos los aposteriori, que no decaigan a cualquier precio las letras que acunan este mensaje, que no malgasten sus dactilares los ilusos mercaderes.
No cuentan los arreglos, son viables los atajos, son agravios los del desprecio por la rectitud, son atavicos sus quehaceres y vestimentas. De lo más profundo surgen ahora arremetedores, luego de ser transformado por el temor, los deseos de venganza y desolación contra la raza impune, en racismo ultrayoico deshace la piedad y aparece sin represiones claramente el odio, el odio maldito que inyecta la sed de restitución.

Aquí se hace omnisciente la imposibilidad de la utopía, esas alevosías nunca son ciertas hasta que la degeneración toma su lugar, no hay escapatorias. Son viles. Te cruzan y vos no tuviste más que la culpa por no haber sabido elegir... este despotismo tan parecido a la sanguinaria guerra de los puestos, esta batalla a hurtadillas la vivimos todos los días. Solemos llamarlas arpías ¿Cuáles la diferencia con aquellos viles víctimas y victimarios?
No es rutina, pero es cotidiano en las afueras donde lo que no creemos exista, está. Sus aledañas costadas de barro, los techos de chapas, la extranjería que las caracteriza, ghettos de las urbe, comunas cuasi aisladas, con un cultura propia y sus atavios, sus lombrosos atavios. Los inviernos son cruentos pero mayor es el maltrato que retorna y sentimos en sus antentados contra la integridad. Aún así, de todos modos, ni loca me meto en sus costras a sanar la herida, hoy presa de mi ira, magullaría sus dolores -si los tienen- y su cinismo, sin llegar a ser una psicópata más.
Por suerte, ya no se ganan las confianza. Desgraciadamente, están hechos para morir. Nosotros también.

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