domingo, 15 de julio de 2012

Tramando IV


Mara, lejos de todo aquello que le pasaba a él, se volvía estupefacta en colectivo mirando la nada misma, por momentos se conectaba con el mundo, y observaba la actividad de la gente que deambulaba por la ciudad. Vivía en Villa Pueyrredón un barrio aburrido y penumbroso, pero pintoresco. Existía sobre Artigas, bastante vida comercial, eran comercios pequeños de emprendimientos familiares. Había una librería que ella frecuentaba, allí trabajaba Pedro, un amigo, a quien no le interesaba irse del barrio, a todos los demás del grupo ya los había colmado hasta el hartazgo que todavía en el barrio durmiensen la siesta. 
 
Pedro, como se dice por ahí, tenía calle, la tenía clara, quizás había leído muchos libros de Sherlock Holmes o tenía la intuición de una bruja, el tema es que el tipo te anticipaba lo que iba a pasar sin que vos ni siquieras te hubieras imaginado eso. Podríamos decir, que sabía leer en la mayorìa de los casos, acertadamente el comportamiento de la gente, desde y hacia donde iba. Pedro, no tenía familia. Vivía con su perro y su gato, sus libros y el polvo, mucho polvo que se acumulaba porque era muy vago para limpiar. `
 
Mara, se bajó y entró al negocio, se acercó Orwell a saludarla, el gato negro, feo y gordo que cohabitaba con el susodicho. Kaffka, el perro tenía que vivir atrás en el patio, no había opción. 
Se saludaron, prepararon unos mates, y mientras comían bizcochitos...
 
- Lo viste a Eugenio, no?
- Si.
- Algún día vas a entender que no tiene ni principio ni final la historia que te imaginas.
- Ya lo sé, sino me puedo imaginar absolutamente nada.
- Me alegra tu sincericidio.
Ella le hace una mueca de desprecio y agrega:
- Te odio Pedro, a vos y a Eugenio y a mi viejo, y a todos los hombres del planeta.
- Dejate de joder con el despecho universalizado, no sirve para nada. 
- Sólo se circunscribe a los hombres, las mujeres... bue... seguro que tiene otra.
- No siempre es por eso.
- Y entonces?
- Vetu
- Que?
- Ve tu a saber.... 
Mara se sonrie y le dice
- Ah sos vivo también?
- Igual que Eugenio, pero menos forro.
- El no es forro... no tiene adjetivo posible.
- Pero lo querés…
- Ehmmm no sé si es eso. No se puede querer a alguien que no conoces.
- Depende para quién.
- Basta Pedro, no me hagas pensar
- Es la unica forma... -se autointerrumpio- sabes que? tenés razón.
Ella lo miró satisfecha, por su condescendencia y sobre todo por los bizcochitos y el mate.
Se quedaron varios minutos en silencio y él le ofreció un libro: "La insoportable levedad del Ser":
- Tu , digasmole, "romance" me hace acordar a este libro, tomá, te lo regalo.
- No lo quiero.
- No seas boluda.
- Bueno, dale, ahora te quiero un poquito. Después nos vemos.
 
Mientras se iba Pedro la miraba resignado "¿De dónde nace esa necesidad y complacencia ante el insulto? Ah! ofrezco un libro, me lo rechaza, y después con el insulto... lo termina aceptando. Son locas, lindas..... pero por momentos, increíbles" -pensó.


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