miércoles, 28 de mayo de 2008

By Nameless and PeZ

En el lecho nocturno se regocijan las almas bienaventuradas procurando un ensueño en donde no quede ningún risueño, mas diez destellos se despistan y algunos pocos se avistan. Son ellas las que mendigan naufragando en sus heridas, desterradas, infectadas, también humilladas, no dejan de preguntarse “¿Hacia dónde? Si camino no hay, cielos tampoco, ni siquiera asfalto encontramos. Andamos sin rastro y sin luz como fantasmas invisibles no vivimos sino seguimos pero… ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo querremos ser avistadas?” Sin porqué, sin para qué y sin embargo es menester aquella pregunta por el ser, que indudablemente las transporta a ese reino del no-ser.
Retorcidas almas sin pena, aún en desconcierto ofreciendo al mejor postor su vencimiento, queriendo olvidar aquel maldito número que convierte todo en pura comedia –tragedia-, presagio de lo humano, destiño inexorable de poseer un cuerpo aunque sin ello no valga la pena vivir. Morir al sentir o subsistir al pensar, a través de sucios harapos prestados, que las llevan entonces, a seguir un sendero que no quieren compartir.
Es nefasto este momento, supuran las almas mediocridad, mientras aquella vaga incertidumbre las devuelva otra vez al narcótico estado del preguntar.
Y es ese postor quién dirá apoderado de su libertad, hasta cuándo no más, y sin certeza o incerteza, todo devendrá rígida pereza, con estupor desenfrenado y mil astillas al costado, diluyéndose… se habrán liberado.

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